“Quien estudia la Mishná, estudia la mente del judaísmo, el corazón del Talmud y el contexto de la Biblia”
Estudiar la Mishná no es simplemente estudiar un texto histórico o religioso. Es, en esencia, estudiar los códigos que descifran la Torá. La Mishná es la llave que abre la enseñanza de la Torá, porque la Torá, el pentateuco de Moisés es como un regalo del Creador, y como todo buen regalo viene envuelto, y tu, solo tu, tienes que abrirlo porque es un regalo especial y específico para ti.
La Torá —la Ley Escrita— ofrece los mandamientos, las narraciones y las leyes fundamentales del pueblo de Israel y de la humanidad. Pero la Mishná —la Ley Oral sistematizada— explica cómo deben entenderse, aplicarse e interpretarse esos mandamientos, historias y enseñanzas.
Sin el marco interpretativo que proporciona la Mishná, los textos bíblicos quedarían incompletos, descontextualizados o incluso contradictorios. Por eso, en el judaísmo rabínico, se afirma que “sin la Torá oral, la Torá escrita no puede entenderse”.
El estudio de la Mishná enseña que sin contexto no hay verdad, porque el texto bíblico está anclado en una realidad jurídica, social y espiritual que solo la tradición oral preservó. Estudiar la Mishná, por tanto, es penetrar en el contexto original del pensamiento bíblico.
La Mishná como ADN del judaísmo
La Mishná constituye el ADN del judaísmo rabínico. En ella se conservan los debates, principios, costumbres y normas transmitidas oralmente desde tiempos antiguos.
Fue redactada hacia el año 200 e.c. por el rabino Yehudá HaNasí (Judá el Príncipe), quien recopiló y organizó la tradición oral que venía desde los sabios del Segundo Templo.
Esa tradición no solo explicaba la Torá: también servía de guía para mantener viva la identidad del pueblo judío durante la dispersión. Por eso, al estudiar la Mishná, uno no estudia sólo religión, sino cultura, ética, filosofía y sociología del pueblo de Israel.
La Mishná es el fundamento sobre el cual se edifican el Talmud, la Halajá y la espiritualidad judía posterior. Es, en otras palabras, la base genética del pensamiento judío.
La Mishná como puerta de entrada al Talmud
El Talmud —el corazón del estudio judío— está compuesto por dos partes:
- La Mishná, que es la recopilación de leyes y enseñanzas orales; y
- La Guemará, que es el comentario y análisis de la Mishná.
Por lo tanto, sin Mishná no hay Talmud, y sin Talmud no hay preguntas, y sin preguntas no hay aprendizaje porque las preguntas son las hipótesis de las ciencias. La Guemará nace precisamente para cuestionar, debatir, desarrollar y profundizar la Mishná.
Quien desea convertirse en un talmudista, necesariamente debe dominar primero la Mishná, porque es el texto base sobre el cual se construye toda la dialéctica talmúdica.
Así, estudiar la Mishná es introducirse en el pensamiento analítico rabínico, donde la lógica, el razonamiento legal y la hermenéutica textual se entrelazan en una misma búsqueda de la verdad divina.
La Mishná y el judaísmo del Segundo Templo
La Mishná fue redactada poco después de la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén (70 e.c.), pero su contenido refleja las enseñanzas, costumbres y debates de esa misma época. Por eso, estudiar la Mishná es revivir el espíritu del judaísmo del Segundo Templo, un período decisivo en el que coexistían fariseos, saduceos, esenios, zelotes y los primeros seguidores de Jesús. Por ejemplo, si quieres conocer el verdadero mensaje y contexto del Nuevo testamento, tienes que estudiar y conocer la Mishná. No hay un mejor camino para ello.
Comprender la Mishná permite entender las dinámicas religiosas, sociales y teológicas que dieron forma tanto al judaísmo rabínico como al cristianismo primitivo. Es un testimonio directo de la transición del judaísmo bíblico al judaísmo post-templo.
La Mishná y la Cábala: la tradición oculta
Aunque la Mishná es un texto legal, su estructura revela principios de pensamiento que luego la Cábala desarrolló.
El rabino Shimón bar Yojai, considerado autor del Zohar, fue discípulo de sabios de la Mishná. Su formación mishnaica le permitió construir una visión mística del universo basada en la interpretación profunda de la Torá.
Por eso, estudiar la Mishná no solo abre el camino al razonamiento legal, sino también a la dimensión esotérica del judaísmo. El estudiante de la Mishná puede, con el tiempo, comprender los niveles simbólicos y espirituales que la Cábala y el Zohar extraen de los mismos textos.
La Mishná y el cristianismo primitivo
El contexto histórico de la Mishná coincide con el de Jesús de Nazaret y sus discípulos. Las discusiones registradas en la Mishná —sobre pureza, ley, shabat, sacrificios y justicia— reflejan el mismo marco religioso y legal en el cual Jesús enseñó. Todo esto también se conoce como protocristianismo.
Por eso, estudiar la Mishná ayuda a entender el cristianismo primitivo no como una religión separada, sino como una corriente dentro del judaísmo del Segundo Templo.
Los Evangelios, las parábolas y las enseñanzas de Jesús cobran un sentido mucho más profundo cuando se leen a la luz de los debates mishnaicos. ¿Por qué? Porque al entender las enseñanzas mishnáicas entonces entienden el contexto de lo que están hablando. Sin contexto no hay verdad, esa es una máxima de las ciencias de la comunicación.
Estudiar la Mishná es estudiar el alma del texto, de la Biblia misma
Estudiar la Mishná es penetrar en el alma de la Biblia Hebrea. Es aprender el lenguaje oculto detrás de las palabras, el contexto que da sentido a los mandamientos y las ideas que dieron forma a toda la civilización judía. La Mishná es la puerta hacia la comprensión integral del judaísmo, del Talmud, de la Cábala y de las raíces históricas del cristianismo.
