“Estudiar la Mishná no es repetir el pasado, sino entender cómo el pensamiento humano transformó la fe en sabiduría y la tradición en conocimiento.”
“El estudio crítico no destruye la fe; la purifica.” — Gershom Scholem
La Mishná, compilada por el rabino Yehudá HaNasí hacia finales del siglo II d.C., constituye el núcleo fundacional del Talmud y una de las obras más influyentes del pensamiento judío. Más allá de su valor religioso, es también una fuente histórica, jurídica, lingüística y sociológica de primer orden.
Estudiarla requiere una mirada que trascienda lo dogmático: la perspectiva académica permite comprenderla como fenómeno cultural y civilizatorio, no sólo como texto sagrado.
La diferencia entre la lectura religiosa y la lectura académica
El estudio tradicional, propio de las yeshivot, se centra en la interpretación normativa (halajá) y teológica. En cambio, la academia aborda la Mishná desde métodos científicos —crítica textual, lingüística comparada, historia de las ideas, antropología de la religión—, buscando reconstruir el contexto en que fue compuesta.
Ambas perspectivas son válidas, pero la académica amplía el horizonte: permite entender cómo, por qué y en qué condiciones surgieron las leyes y debates rabínicos, así como las tensiones sociales del Israel post-templo.
Metodología científica aplicada al estudio de la Mishná
La investigación académica emplea técnicas rigurosas:
- Crítica textual y filológica: análisis de manuscritos, variantes y traducciones para identificar versiones más antiguas y su evolución.
- Estudio histórico-comparativo: contraste entre la Mishná y fuentes grecorromanas, persas o helenísticas para situar sus conceptos jurídicos y morales.
- Sociología y antropología: comprensión de las estructuras familiares, jerarquías rabínicas y vida cotidiana reflejadas en los tratados.
- Lingüística y semántica: el hebreo mishnaico es un idioma de transición, cuya estructura ilumina la evolución del hebreo y el arameo rabínico.
Estas herramientas revelan dimensiones que el estudio puramente religioso a menudo no busca: cómo el pensamiento rabínico interactuó con su entorno político y cultural.
Valor interdisciplinario y universal
Desde la perspectiva académica, la Mishná no pertenece sólo al judaísmo, sino al patrimonio intelectual universal. Su estudio en universidades, institutos de historia o filosofía comparada permite dialogar con disciplinas como:
- Derecho: por su estructura jurídica y lógica interpretativa.
- Filosofía: por su tratamiento del deber, la justicia y la conducta.
- Historia de las religiones: por su papel en la configuración del monoteísmo ético.
Así, cualquier persona —creyente o no— puede acercarse a la Mishná como un documento esencial para comprender la civilización occidental.
El pensamiento crítico y la formación del investigador
Adoptar una perspectiva académica fomenta la autonomía intelectual. Estudiar la Mishná científicamente implica cuestionar, contrastar fuentes, buscar coherencias y contradicciones, y reconocer los procesos humanos detrás de la formación del texto.
Este ejercicio desarrolla la disciplina analítica, el pensamiento comparativo y la sensibilidad histórica: competencias esenciales para periodistas, teólogos, historiadores o filósofos.
La Mishná como puente entre fe y conocimiento
La Mishná, abordada desde la perspectiva académica, se convierte en un laboratorio de pensamiento ético, jurídico y social. Permite comprender cómo un pueblo elaboró respuestas a la pérdida del Templo y a la dispersión, y cómo esas respuestas moldearon siglos de cultura occidental.
Por ello, su estudio no es exclusivo del creyente: cualquier mente curiosa, dotada de rigor y respeto por las fuentes, puede encontrar en la Mishná una escuela de razonamiento, historia y humanidad.
